Mi vida es como un tango

Hay algo que nunca les conté sobre el último trabajo que hice. La verdad es algo entretenido para contar pero siempre que llegaba a esta silla frente a este monitor (que por cierto pide jubilación inmediata) olvidaba completamente esta anécdota que hoy, sólo porque acabo de cruzarme con el otro protagonista de la historia, voy a comenzar a relatar.

Como ustedes recordarán, en el mes de enero estuve trabajando de promotora en una agencia de turismo. Mi trabajo consistía en molestar turistas. Cuando los turistas pasaban frente a la galería Jardín yo debía detenerlos con mi mejor cara de poker y ofrecerles city tours, paseos a Tigre, paseos a Temaiken y sobre todo shows de tango. Esto último era lo más solicitado por los extranjeros, que anhelaban con todo su corazón ver el tango argentino.

Ha decir verdad, el 99% de los turistas que paraba por día me ignoraban. Sólo el 1% accedía a escucharme y luego bajar conmigo a la agencia, donde sucedía lo bueno: Les vendían algún show de tango o algún paseo y yo me ganaba el 5% de comisión. Una tristeza en verdad pero de eso estaba viviendo, no me quejo, me dio mis lindos pesitos.

El asunto en cuestión era yo, parada ahí con uno o dos carteles de los shows de tango y los paseos. Ofrecía los 18 shows de tango de la ciudad de Buenos Aires, y tres o cuatro de ellos eran los que el turismo más solicitaba. En especial uno de todos ellos. Uno en cuestión que llamaremos "Tango Buenos Aires" porque el nombre de este show me compromete demasiado. En ese momento no lo sabía. Más adelante entenderán por qué.

Tango Buenos Aires era el show más barato que ofrecía mi agencia y era completo: Traslado desde el hotel, cena, show, bebida libre, folklore y clase de tango gratis. Pasé un mes y algo cargando el cartel de dicho show sin darle mucha importancia a las personas que figuraban en el cartel sonriendo para el espectador: Algunos con sombrero y traje de tanguero, algunas con elegantes vestidos y medias oscuras y algunos otros con instrumentos musicales. Había cierto rostro que me parecía muy familiar y un día, mientras estaba parada en la puerta de la galería, mi pequeño primogénito que ya se habia alojado en mi interior, me obligó a correr al baño más cercano para desagotar el cargamento.

Así entonces corrí al baño con el cartel en la mano y no entraré en detalles desagradables de lo que había desayunado ese día y que estaba expulsando esa tarde. Pero luego del asunto me senté a esperar a que el mareo se fuera. Mientras estaba sentada observaba ese rostro. Lo miraba... y fue entonces que el cerebro me hizo click y dije "¡Ahhh... eras vos!"

¿Recuerdan aquella vez que me ausenté varios días de la blogósfera? El vecino de al lado, al que yo le debo la posibilidad de estar hoy acá sentada y contando esto porque me convida de su wi fi (no voluntariamente, cabe aclarar) era el hombre que me estaba saludando aquél día en aquel baño desde un cartel. Todo esto me llevó a pensar lo siguiente:

// El turista quiere consumir > Pupolina promociona Tango Buenos Aires > Pupolina convence al turista de consumir Tango Buenos Aires > El turista compra > Tango Buenos Aires tiene público > mi vecino trabaja en Tango Buenos Aires > mi vecino tiene público > mi vecino tiene más trabajo > mi vecino cobra > mi vecino paga internet > Pupolina tiene internet //


He aquí por qué no puse el verdadero nombre del show de tango. Imagínense que un día mi vecino se ponga a buscar información sobre su show y se entere de que me convida wi fi. Hay gente que prefiere hacer las cosas de corazón. Y como el corazón es el símbolo del amor y el amor es ciego, él prefiere convidarme sin saber de su cachito de wi fi.

3 comentarios:

SANTIAGO dijo...

que fuerte! a mi dicen que me vieron en varias fotos ... no estaré yo también??!!!??!!?

Pupolina dijo...

Quien sabe! Capaz que.... sos mi vecino!

El griego puteador dijo...

Decilo! decilo!, el verdadero nombre del show de tango es "Venga a cantar tango en pelotas"

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