El Archinémesis
Todos tuvimos un archinémesis alguna vez. Desde chicos aprendemos que es una ley natural en la vida humana o incluso animal. Todos hemos encontrado nuestra piedra en el zapato, ese enemigo que nos alteró (o altera) la vida y la hace de cuadritos. Lo tuvo Batman con el Guazón, lo tuvo Spiderman con Octopus y el Duende Verde, lo tuvieron los rollingas con el shampú y el jabón en polvo y lo tuve yo en la primaria con el gordo Guillermo.
El gordo Guillermo era mi indiscutible enemigo. Era un gordito cargoso, molesto, abusivo, gritón, burlista, insoportable y todo adjetivo negativo que pueda asomarse en mi teclado. No recuerdo un sólo día que no haya habido un problema con el gordo. Jamás hubo una tregua. El gordo tenía esa necesidad de romperme las pelotas y yo, cuando me colmaba la paciencia, explotaba y le respondía como podía. Cabe aclarar que el gordo pegaba, escupía, pellizcaba, estiraba el pelo y yo siempre fui una miniatura de persona, así que generalmente mi mecanismo de defensa era al comienzo el llanto.
Tenía 8 años y estaba en tercer grado. Por causas de las injusticias divinas nuestros apellidos nos obligaban a sentarnos juntos. No sé por qué la maestra consideraba buena idea sentar en cáda mesa a una nena y un varón, y a nosotros nos tocaba siempre sentarnos juntos obligatoriamente. Esto era una catástrofe diaria. El gordo siempre encontraba la manera de molestar: Me robaba los colores, me robaba las golosinas, se sacaba los mocos y los pegaba en mi banco, se tiraba pedos, comía con la boca abierta, se reía de mis dientes, se copiaba mi tarea, juntaba bichos y me los dejaba en la cartuchera. En síntesis, el gordo era tan molesto para mi como un forúnculo en medio de las nalgas. Pero no importaba cuánto me quejara del gordo, a la maestra le daba lo mismo. Siempre sospeché que a la maestra le caía bien el gordo porque era rubiecito y bonito, y porque el turro siempre ponía cara de "No... yo no hice nada seño" como la ponen los niñitos inocentes de verdad.
En cambio yo tenía menos capacidad de defensa que un potus. Nunca me daban la menor bola. Tenía una voz que se mezclaba muy rápido en la de los demás así que generalmente no me escuchaba nadie, incluída la maestra. Pero el que si me escuchó un día, cuando vine llorando, fue mi viejo. Mi viejo me dijo entonces que lo que tenía que hacer era no llorar ni ponerme mal, porque de eso vive la gente pelotuda. Que lo mejor que podía hacer era retrucar las verdugueadas. "Cuando te carguen con los dientes, reíte, no les muestres que te molesta. Reíte y retrucale lo que sea. Devolvele la cargada y que se rían de él. Además, cuando uno se ríe de uno mismo no tiene mucha gracia para el que te molesta"
Así que a partir de ahi intenté hacerle caso.
Un día de invierno nos tenían a todos adentro aburridos sin nada para hacer. La profesora de plástica había faltado y era una hora libre para mirar la lluvia por la ventana y desear con todo el corazón estar en casa en vez de en esa aula fría y húmeda. Yo estaba sentada hablando con Mariel, la mamá de Alma, mientras calculabamos cuánto podía faltar para las vacaciones de invierno. En medio de la charla se acerca el gordo con un pedazo de chocolate blanco.
21:25
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5 comentarios:
Tu vieja una grosa... Y vos una turra que me hizo cagar de risa con lo de los rolingas y el champú. besote a las pupitas!
jajajaja no te rias de los gordos!!! a mi me boludearon (y aveces me boludean) por gorda. CHEEE MANGA DE FORROS!!!! ¬¬
nunca pude defenderme así, te envidio :O envidia buena no?? jajajaja
Quinchicientos: No discrimino a los rollingas. Siempre jodo con eso porque no considero que todos los rollingas sean sucios, pero todos los rollingas que yo conocí si lo fueron. No hubo uno que no le huyera al jabón.
Mi vieja siempre decía que si me jodían que me defendiera. Así que no me retó ese día. Un poco más y me felicitaba.
Walkiria: Pero una cosa es ser gordo y otra cosa es ser gordo rompehuevos. Imagino que de todas maneras alguna vez pudiste vengarte minimamente de alguno de los que te rompía las pelotas.
Me reí.Por cierto, te cuento que en mi barrio los rollingas tienen una orden judicial que le prohibe a cualquier tipo de desodorante acercarse a menos de 500 metros de cualquiera de ellos.
Rodrigo Efrain Lieblogman: Por el bienestar de cualquier desodorante creo que estoy en defensa.
Ni hablar de que antes que un desodorante hay varios que necesitan una buena refregada en el buen sentido. No hay nada peor que un olor a chivo disfrazado con Axe.
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