Érase una vez un viaje

Prometí que iba a contar cómo fue la pelea con la Villu pero la verdad que no vale la pena. Hay cosas más interesantes que eso y si bien me encanta regocijarme en mi asquerosa felicidad por el pleitito tengo algo más para escribir acá.

El domingo estaba en mi casa y decidí ir a visitar a mis amigos de barrio uno: Flora entre ellos. Así que fui a esperar el colectivo que va para allá, el cual pasa cada 40 minutos. Cuando iba cruzando la ruta vi pasar uno, pero sin importar nada esperé el siguiente.

El siguiente no paró porque venía hasta las tetas. No me importó. Esperé el siguiente.

Cabe aclarar en este punto, para que después no me pregunten en los comentarios, que yo vivo cerca del nuevo hospital de Ezeiza. Recuerden este dato.

Cuando por fin vino el colectivo subí, me senté y viajé durante media hora. Todo tranquilo hasta el momento porque el colectivo no contaba más que, como mucho, diez pasajeros y un colectivero. Ibamos a mitad de camino cuando una mujer le pregunta a otra mujer sentada de lante mío y vestida con traje de seguridad aeroportuaria:


¿Esa chica que está atrás es tu compañera? Porque se descompuso.


Cuando la mujer terminó de decir esto escuché un llanto y un eructo. Me di vuelta para ver qué pasaba y me encontré con una chica de veintitantos años acostada en los cuatro asientos de atrás, llorando, eructando y diciendo - Me voy a morir... me voy a morir...- El colectivero nos empezó a mirar a todos para calcular a cuántas personas iba a retrasar si llevaba a esta mujer al hospital. Nos preguntó masivamente si podía llevarla. Todos dijimos que sí. La mina se veía bastante mal.

Emprendimos el viaje de vuelta y yo ya llevaba una hora y cincuenta minutos retrasada. La intención era ir, tomar unos mates, charlar y volver, el tiempo que estaba ocupando en viajar era casi el mismo tiempo que me iba a tomar todo lo que quería hacer. No importó. Andaba de buen humor después de todo.

El colectivero iba a los santos pedos, la mina descompuesta empezó a gritar, la gente empezó a tener miedo y a agarrarse fuerte. Los autos en la ruta no se corrían y no entendían por qué el colectivo iba en sentido contrario. Todo era un quilombo. Después de varias discusiones del colectivero con los compañeros de ruta y de varios padres nuestros de parte de nosotros llegamos al hospital. Estacionamos en frente de la guardia y la mujer bajó junto con dos compañeras de trabajo. Antes de bajarse la mina vomitó todo un líquido verdecito. (Lo siento, yo me he tenido que aguantar ese detalle en vivo, ustedes lo van a tener que leer)

El colectivero, después de dejar a estas mujeres en la guardia, decidió volver al recorrido. Pero se olvidó de llenar una planilla en el hospital donde constatara que perdió una hora de viaje porque una mujer estaba vomitando en su colectivo. Así que cuando se dio cuenta de esto (diez minutos después) volvió al hospital.

Colectivero:


"Muchachos, ya vengo. Voy a llenar la planilla porque sino me van a rajar a la mierda. Ya vengo,eh!"


Decidí en este momento sacar un libro de la mochila y ponerme a leer. Sabía que el colectivero iba a tardar un rato largo y a pesar de poder ir caminando no me pareció buena idea haber esperado tanto tiempo para, al final, regresar a mi casa. Estuve leyendo como mucho dos minutos enteros y de repente todo se interrumpió con ruidos, gritos y bocinazos. Todos en el colectivo empezamos a mirar por las ventanillas y vimos a una mujer gorda saliendo de un coche frente a la guardia y corriendo de un lado a otro.


"¡UN MÉDICO! ¡UNA ENFERMERA! ¡UN MÉDICO POR FAVOR!"


Mientras tanto la gente se amontonaba y la puerta del coche seguía abierta. Nosotros no podíamos ver qué había en ese coche pero nos imaginabamos algo con tripas para afuera o un ojo salido. Intetábamos adivinar qué podía ser cuando apareció una doctora y una enfermera con toallas.

Taparon , gritaron, llamaron a otra enfermera, pidieron espacio. La gente que estaba alrededor empezó a sacar celulares y a filmar. Un hombre vestido de seguridad se movía de un lado a otro, en ese momento no reconocí a ese hombre pero luego me enteré que era Gastón, el hermano de Flora. De golpe todo quedó en silencio. Y luego del silencio la doctora sacó del coche, entre toallas y paños húmedos, un bebé todo mojadito y asustado. Los aplausos fueron efusivos. La gente se pone de acuerdo para este tipo de cosas. Nosotros también aplaudimos. No sabemos por qué, pero lo hicimos igual.

Nuestro colectivero apareció poco después de eso, pidió disculpas y arrancamos de nuevo para la ruta. Tardamos lo que suele tardar el viaje. Llegué casi dos horas después de lo que debería haber tardado. Barrio uno cambió muchísimo. La plaza está reformada, la iglesia sigue siendo un detalle pintorezco, el cine abandonado está pintado de blanco y ya no tiene gracia. El hospital viejo es un edificio lleno de eco.

Cuando llegué a la casa de Flor me preguntó por qué tardé tanto.


Pupolina:

"No me vas a creer pero..."

5 comentarios:

Rocio McManus dijo...

Si a mi me preguntaba yo le decía : no querido, a mi me llevas a mi destino y después te volverás al hospital, no me importa!!
(si, estaba en forra jaja)

Pupolina dijo...

Yo estaba en una nube de pedos de buen humor. Solamente por eso dije que si. Sino me bajaba y esperaba el otro colectivo, o me bajaba el colectivero, el resto de los pasajeros y el exorcista que estaba atrás.

SANTIAGO dijo...

QUE LO PARIO PUPOLAINS!!!!!

La Tres Tiros dijo...

me hubiera encantado que cuentes la pelea, pero con esto me mataste... yo me caigo redonda al piso si presencio un parto. Precioso. Tenés un don para contar las cosas...

Pupolina dijo...

Santi: La Flora dijo lo mismo!

Quinchicientos: Gracias por eso del don. Es la primera vez que veo algo así. Me sorprende que no haya salido en el noticiero. Mucha gente se puso a filmar a la mina abierta de piernas en el auto.

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